domingo, 30 de junio de 2013

PRÁCTICAS MÉDICAS POPULARES

David Gustavo Montufar Martínez

Como automedicación, se considera, a todas las actividades llevadas a cabo por los miembros de un grupo de pequeño, en particular domestico, y desarrolladas y utilizadas al interior del mismo o dentro de su red social e referencia cotidiana para poder asegurar la producción y reproducción biosocial de dicho microgrupo. La autoatención implica una amplia gama de actividades cuya unidad de acción no es el individuo sino el microgrupo dentro del cual se llevan a cabo la mayoría de dichas actividades.

La autoatención supone un proceso de síntesis permanente operado al interior del microgrupo; las sucesivas experiencias van siendo incluidas a través de una selección en la que intervienen desde factores económicos hasta factores culturales. Pero lo nuclear es este proceso de síntesis gestado necesariamente para poder operar, sobre todo, respecto de los padecimientos más frecuentes y recurrentes. Este proceso de síntesis es continuo y supone la potencialidad de inclusión de nuevas técnicas, productos y creencias que se integran al saber existente, entendido como matriz para la acción. La autoatención debe tener una eficacia aunque sea limitada, y ello favorece su continuo proceso de transformación.

A partir de lo anterior, puede concluirse que la autoatención constituye el primer nivel de atención que opera en cualquier sistema de salud. Desde esta perspectiva los centros de salud comunitarios o los curadores populares constituyen en la práctica un segundo nivel de atención. El autocuidado asegura formas de prevención y atención de los padecimientos, ajeno a que existan o no recursos profesionales asistenciales y preventivos. Esto no supone afirmar que la autoatención soluciona parcial o totalmente el conjunto de los problemas de salud que afectan a los sujetos del microgrupo; ni tampoco que la misma no requiere del funcionamiento de otras formas de atención. Lo que aquí se afirma es la existencia e esta estructura y las funciones que la misma cumple.

La autoatención sobre todo a través de los grupos y del movimiento de autoayuda, emergió durante la década de los 60 y 70 con un potencial no solo de intervención técnico social eficaz, sino de transformación que en gran medida no se cumplió. Toda una serie de tendencias veían en las diferentes organizaciones de autoatención, potenciales grupos de cuestionamiento practico a los sectores hegemónicos no solo en salud, sino en educación consumo, etc.

La actividad clínica se caracteriza por una continua crítica del autocuidado, o mejor dicho, por una suerte de tensión entre la presencia inevitable de practicas de autoatención y la necesidad de medicalizar el proceso, lo cual en los hechos supone un rechazo o por lo menos estigmatización del proceso de autoayuda. Dicha actividad no reflexiona además sobre ella misma como una de las más importantes practicas de inducción y de enseñanza de la autoatención con fármacos. Critica el proceso de términos técnicos y profesionales, pero no se incluye en la construcción del proceso que cuestiona. 

La crítica médica a la autoatención presenta varios aspectos; uno de los más desarrollados es la crítica de la automedicación. Sin negar las potenciales consecuencias negativas de esta, el cuestionamiento se hace generalmente sin tomar en cuenta que la automedicación es parte de una estructura que la incluye y que constituye uno de los núcleos de las estrategias de vida de los conjuntos sociales.

El bajo nivel educativo de esta, su ignorancia, sus características culturales son usadas como indicadores de un proceso de autoatención calificado unilateralmente como negativo. En última instancia esta crítica opera como un mecanismo más de estigmatización y de subalternizacion de los sectores populares y  de la estructura de autoatención en sí.

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